• Millones de mexicanos no saldrán de la pobreza ni “sembrando vida” ni “haciendo hoyitos de esperanza” .

 

Ciudad de México; 14 de septiembre de 2020.-Al hablar sobre el anuncio, de parte del gobierno federal, del proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, en concreto del agro nacional, Rafael García del Horno, secretario de Finanzas de la Fundación Mejoremos el Campo y líder agrario de Guanajuato, opinó que en los tiempos actuales las relaciones de apoyo al campo entre instituciones gubernamentales y los campesinos (no se reconocen organizaciones rurales) empeoraron.

Las condiciones económicas y sociales de los productores del campo mexicano se han mantenido en la marginalidad desde el movimiento de Independencia hasta el presente, sin que el “hasta” sea un límite, porque las cosas pueden empeorar.

Mencionó que, en los últimos 30 años, los funcionarios y conciliadores en el diseño de programas, leyes, presupuestos y estructuras gubernamentales, han ideado la premisa de “dar al campo un dulce, para que los campesinos se entretengan”.

Para no retroceder a los tiempos que duraron siglos por la Independencia, después la Reforma Juarista y, sobre todo, de la Revolución Mexicana, que realmente transformaron al país y dejaron enseñanzas para la posteridad, podemos afirmar que el campo mexicano ha permanecido rezagado del desarrollo respecto de los otros sectores económicos, como son la industria y los servicios.

Por tercera ocasión en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se envía al Congreso un proyecto de presupuesto para impulsar al campo, totalmente disminuido y, para colmo, con reducción de varias instituciones y cerca de 20 programas fundamentales para el sector.

En dos años de gobierno, da la impresión de que el campo es “atendido con desdén y en algunos casos con odio”, dijo García del Horno. El anteproyecto de presupuesto para 2021, es menor, en términos reales, al ejercido en 2019 y 2020. ¡Vaya!, no se consideró ni siquiera el índice inflacionario, el cual dicen que anda en 3.5 o 4 por ciento anual.

Desde el inicio de la presente administración, se ordenó un recorte de la administración pública, que había costado miles de millones de pesos y mucho tiempo, eso sí, de transformación. Desaparecieron las Delegaciones Estatales de todas las dependencias. En el caso de la Secretaría de Agricultura, eso ocurrió también con los Distritos para el Desarrollo Rural, los Centros de Apoyo, los centros de investigación agrícola, ganadera, forestal y otras dependencias de apoyo al agro.

Señaló que, nadie se explica por qué un sector rural depauperado históricamente, explotado por los demás sectores económicos, donde la aportación al Producto Interno Bruto sólo ha llegado al 8 por ciento, mientras que los cálculos para este mismo año, indican que podría llegar solamente al 4 por ciento del PIB, esté tan abandonado y dejado a su suerte.

El gobierno federal lo mantiene en el abandono, sin que nadie niegue que la población rural enfrenta serios problemas en varias materias: desnutrición, bajo poder adquisitivo, desempleo, educación rezagada y otras deficiencias que son del dominio público.

La productividad en granos básicos ha permanecido estática por lo menos en los últimos 50 años. Los números deficitarios en producción de maíz, frijol, trigo y arroz, además de soya, “se compensan” con crecientes importaciones, hasta llegar a una demanda nacional de estos productos por arriba de los índices que la ONU y la FAO en particular, recomiendan en materia alimentaria. No debe pasar del 25 por ciento, pero ya andamos en poco más del 45 por ciento.

Del total de la población nacional, alrededor del 25 por ciento está considerada como población rural; esto equivale a unos 32 millones de habitantes; el resto es urbana o semi-urbana, indicó el líder campesino.

El índice entre población rural y urbana, se ha mantenido por más de 30 años. ¿Por qué? Podría pensarse que por el control de natalidad. No. La razón es la grave emigración hacia las ciudades del país o, de plano, al extranjero. Millones de connacionales se ven en la necesidad de buscar fuera lo que no encuentran en su país: oportunidades de trabajo. Ni “sembrando vida” ni “haciendo hoyitos de esperanza”, saldrán de la pobreza.