Con ámbar soy un navegante atrapado por canto de sirenas

Texto de autor: Fernando Caba.
La primera vez que tuve en mis manos esta resina extraída de una mina, me sorprendió su apariencia: rugosa, cubierta de una costra de tierra, pequeñas inserciones pedregosas y de otra área con una apariencia algo así como la piel del pariente lejano del guapinol que lo expulsó de su entraña. No sabía lo que iba a surgir desde adentro de ese retazo de restos arbóreos que tuvo su origen hace unos 23 millones de años. Ha transcurrido una década desde ese momento y cuento en promedio 3000 por año, la cantidad de piezas que han dejado sus huellas en mi memoria de tallador.
De cada trozo de ámbar en bruto con el que trabajo, en un principio trato de identificar sus características como; tonalidades, contenidos de restos vegetales y, quizás, algún animal detenido en el tiempo dentro de sus moléculas cristalinas; en seguida distingo las formas alargadas, boleadas, ahuecadas, con punta u otras que tiene la superficie; es en ese momento que percibo una comunión entre el objeto y yo lo que me lleva a determinar las figuras y el tipo de piezas de joyería que habré de elaborar.
No obstante puede haber sorpresas, la presencia de un color especial como el champán, la posición de algunos capeados o algo inesperado como un dibujo formado con líneas y manchas de musgo: rostros de mujer, paisajes, incluso algunas expresiones cubistas, con las que elaboro piezas de arte objeto.
Es un proceso intenso, considerando la versatilidad que me permite la ámbar en cuanto a las posibles formas que le puedo dar a cada pieza, incluso reconozco que en ocasiones es la propia resina la que me presenta una que me siento obligado a respetar e intensificar su presencia.
La ámbar me encanta, me siento ante ella como un navegante atrapado por canto de sirenas que, desde su interior, me exige creatividad y alienta mis emociones.
*Se utiliza (La) antepuesto a la palabra ámbar, por consideraciones al autor, quien por cuestiones de género e identificación con la resina prefiere llamarla así, aunque la expresión correcta se escribe con el artículo (El) ámbar.