24 enero, 2025

Lápida al grupo Atlacomulco con la abstención y etiqueta al 2024

Lápida al grupo Atlacomulco con la abstención y etiqueta al 2024

Aperitivo Nacional

Eduardo González Silva

Ciudad de México, 24 de junio.- Desdeñada la abstención como triunfadora en las pasadas elecciones en el Estado de México, el viejo régimen político mexicano que aún perdura, se encamina de la mano con la sombra de la baja participación ciudadana, hacia las elecciones presidenciales del 2024.

Los comicios para gobernador en el Edomex, considerados cada seis años laboratorio electoral, por el comportamiento en las siguientes elecciones federales, arrojaron el resultado del triunfo no sólo de la candidata de Morena, y la lápida mortuoria para el grupo priísta Atlacomulco, personeros que saquearon en dos diferentes siglos la entidad colindante con la capital de la República, revelaron también el enorme desperdicio de dinero por la indiferencia ciudadana de no acudir a votar.

Un padrón electoral mexiquense de 12.5 millones de electores, con potenciales votantes que jamás han mostrado entusiasmo para acudir a las urnas. Datos del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), revelan que en 2018, la participación ciudadana fue del 49 por ciento, que representó en números económicos tirar a la basura 310 millones de pesos por los electores que no emitieron su sufragio.

A nivel federal, el antiguo régimen a través del Instituto Nacional Electoral (INE), es sumamente celoso en revelar el costo económico que tiene para los mexicanos ejercer el abstencionismo. Se estima que en 2018 cada voto ciudadano costó entre 270 a 290 pesos, con inexplicable desdén de las autoridades por la etiqueta de la baja participación ciudadana.

El especialista electoral en el Estado de México, Bernardo Barranco Villafaña, reveló que el mayor porcentaje del abstencionismo mexiquense se registró en los municipios del oriente de la entidad, a diferencia de lo que llaman el corredor azul (Tlalnepantla, Naucalpan, Tultitlán, y Huixquilucan), tradicionalmente gobernados por el panismo, con población de sectores medios, mismos que sí salieron a votar.

Las municipalidades del oriente mexiquense tienen la particularidad de ser densamente poblados, habitantes provenientes de otras entidades: Oaxaca, Tlaxcala, Puebla y Veracruz (principalmente), con alto grado de marginación y hacinamiento, violencia e inseguridad pública desmedida, acompañada de delitos de alto impacto como asesinatos dolosos, violaciones y secuestros.

En este rumbo de la entidad, la baja participación ciudadana en política es reducida. La presencia de los partidos políticos es sólo en cuestión electorera, y a través de organizaciones del comercio informal, transporte público, oficiales, labores domésticas, policías y vigilancia exterior, así como en infinidad de oficios (incluido el trabajo infantil), que se emplean entre semana en el área urbana de la Ciudad de México, es como perviven los partidos con registro.

Lo que sí es histórico, es que en este país los pobres no votan -de antemano conocen que los van a esquilmar-, asignatura pendiente que tienen por resolver gobernantes federales, estatales y municipales; que al paso de dos siglos, éstos lo único que lograron en la entidad mexiquense, fue crear grupos de poder político, económico y religioso, para medrar en su beneficio a costa de la necesidad ajena.

Lo que también es histórico, es que por fin, terminó una de los capítulos más negros para México, con lo que se conoció como el grupo Atlacomulco, sátrapas que con una presidencia de la República, heredaron gubernaturas, senadurías, diputaciones federales y locales, presidencias municipales, etcétera-, entre sobrinos, hijos, primos y compadres, donde iniciaron fortunas y hoy, aparecen como propietarios de incalculables capitales, que tienen postrado a México entre los países con mayor desigualdad social.

 

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