* Plantea desolador panorama en el agro nacional

* El Producto Interno Agropecuario creció menos de dos por ciento

* Al límite la situación agroalimentaria del país  

Por: Yolanda Hernández Escorcia

La política agroalimentaria del país requiere un cambio para rescatar al campo de 30 años de abandono, detener la dependencia alimentaria,  terminar con el salvaje monopolio que ejercen en el mercado una veintena de empresas nacionales y extranjeras, además de impedir los privilegios de apoyo gubernamental que reciben.

Víctor Suárez Carrera, presidente de la Asociación de Empresas Comercializadoras del Campo (ANEC), en entrevista con Mexicampo, tajante establece que de nada sirve que el Congreso apruebe año con año un presupuesto histórico mayor para el sector, cuando a la mitad del ejercicio respectivo, se anuncian recortes como en este 2015.

Ante el desolador panorama en el sector, Suárez Correa, propone un rumbo distinto de tres puntos: “dejar de considerar a los productores del campo como pobres y reconocerlos como sujetos productivos; un nuevo modelo tecnológico con incremento en los rendimientos que baje costos de producción; además de un sistema de precios remunerativos a cinco años al productor que permita certidumbre para comercializar las cosechas”.

Precisa que en tres décadas el Producto Interno Agropecuario creció sólo entre 1.7 y 1.8 por ciento, lo que llevó al incremento en la desigualdad social y pobreza en el campo mexicano, así como a la dependencia alimentaria, en tanto el gobierno aplica programas sociales sin ningún efecto para reducir el fenómeno del hambre y la pobreza.

Al límite de la situación

Acusa que en años recientes bajaron 60 por ciento los precios al productor, como en el caso del maíz. Ello, ante el desorden en los mercados internacionales, la monopolización de las compras y la omisión de la intervención  gubernamental, con lo que se reportó por igual, el incremento de los insumos, lo que generó la falta de incentivos para incrementar la producción.

Explica que en 25 años se ha mantenido una política de abandono y de dependencia alimentaria, basada en las importaciones, con lo que se ha beneficiado a la agricultura comercial principalmente a las grandes corporaciones del noroeste del país, dejando de lado al 85 por ciento de las unidades de producción que son menores de 10 hectáreas, para considerarlo como un sector de pobres al que se atiende con programas asistenciales.

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“La situación en el campo está al límite, no hay empleo, no hay ingresos, sin precios apropiados, no hay canales eficientes de comercialización, y el poco crecimiento que se da en el campo está concentrado en un cinco por ciento de productores, en corporaciones agroalimentarias regionales, mientras que crece el crimen organizado, la desigualdad y la migración”.

 Subraya que de nada sirve un presupuesto muy alto para el campo, que después recortan a lo largo del año, además de que la única consideración es como fuente de votos durante las elecciones, sin tomar en cuenta al campo como sector productivo con potencial económico, al que reitera, sólo se le ve como “mecanismo de control político y compra de votos”.

Mercado salvaje, monopólico y desordenado

Identifica también la necesidad de aplicar un modelo de agricultura sustentable que al tiempo de producir alimentos sanos, conserve los suelos y el agua, un sistema capaz de enfrentar las catástrofes sanitarias, manifestadas con las plagas y enfermedades, que afectan hoy severamente los cultivos de naranja y a la cafeticultura, entre otros, advierte.

A lo anterior, habla de la falta de un modelo tecnológico capaz de enfrentar el cambio climático y el agotamiento de los suelos, un sistema considera, basado en la pequeña agricultura y en la sustentabilidad.

Propone el establecimiento de un esquema basado en precios remunerativos al productor a cinco años, un modelo de comercialización de cosechas, que permita a los productores tener precios para pagar costos con ganancias razonables, “como lo tiene Estados Unidos y la Unión Europea, un sistema de reordenamiento de los mercados”.

Víctor Suárez, explica que dicha estrategia permitirá a los productores saber qué van a sembrar, para su comercialización oportuna, lo que implica, la intervención de las instituciones del estado, para dejar atrás el modelo de “mercado salvaje, monopólico y desordenado desde que entró en vigor el Tratado de Libre de Comercio en 1994”.

De maravilla para las grandes corporaciones

Establece que en este panorama ha habido ganadores, las grandes corporaciones agroalimentarias, las que en 30 años reportan grandes ganancias, empresas que señala, deciden el diseño de las políticas públicas, con decisiones que no respondan a los intereses del campo y del país, pero que sí responden a “los intereses de un grupo de no más de 25 empresas”.

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En 25 años les ha ido de maravilla, razón por la cual refiere, no se han cambiado las políticas a todas “luces fallidas que todo mundo conoce” y reconocen instituciones como la FAO o el Banco Mundial, pese a que se decrete como en el 2014, el Año Internacional de los Suelos, que no modifican nada, y sí en cambio por el poder político y económico, las grandes empresas, influyen en el Congreso de la Unión, para definir las políticas en el campo.

Hace notar el establecimiento de un reordenamiento de los mercados locales y regionales, que permitan el consumo directo del campo con la ciudad, con productos frescos y sanos, lo que abarataría el costo de los alimentos.

El resultado del fenómeno actual, precisa, es que se tiene a un sector agroalimentario postrado, que repercute en malas condiciones de nutrición y alimentación para la población,  prueba de ello apunta, es tener a la población con los más altos índices de obesidad y sobrepeso en el mundo, con precios de los productos inalcanzables.

Es así, destaca, que las ganancias son para las grandes empresas por las “políticas secuestradas” que responden a los intereses de un reducido grupo de corporaciones que pagan campañas electorales para diputados y senadores, que compran a secretarios de estado, los que ya en el poder aplican acciones que benefician a quienes “fueron sus impulsores”.

Empresas como Gargill y Monsanto, acusa, que controlan las semillas y los fertilizantes, Maseca, Nestlé, Bachoco, Pylgrims y Bimbo, las compras y producción, Lala, Sygma y Walmart, la distribución y comercialización.

Finalmente Suárez Carrera, considera que las propuestas sustanciales de la ANEC, son la lucha que se tiene que hacer tarde o temprano y lo peor para el país, sería no hacer nada.10 Ago de 2015.