6 octubre, 2024

Un análisis genético de más de 300 variedades de tomate, permitió  a un equipo de investigadores chinos, reconstruir la manera en que los seres humanos han ido modificando la planta mediante selección artificial. El estudio determinó que los tomates actuales son 100 veces más grandes que los originales y ha cambiado un 25% su genoma.

Para ello los investigadores de la Academia de  Ciencias Agrícolas de China,  encabezados por Sanwen Huang, secuenciaron el genoma del jitomate (solanum lycopersicum) en 360 variedades de plantas de todo el mundo, incluidas las especies silvestres y las domésticas, en busca de los cambios provocados por centenares de generaciones de agricultores.

El estudio que realizó el primer análisis exhaustivo del genoma, detalló cómo influyó la selección artificial en lo que hoy conocemos como tomate y descubrió que los cambios se produjeron en dos fases muy diferenciadas: la de domesticación de la planta y la de mejora de sus propiedades.

Según explicó Huang, su equipo identificó un grupo de tomates que son una especie de intermediario entre los frutos silvestres originales y los que hoy se venden comercialmente. Este grupo habría sido domesticado, pero sin haber pasado por el proceso adicional de mejora del peso y el tamaño.

Del total de las muestras, alrededor de un ocho por ciento del genoma del tomate, se vio modificado durante la domesticación y un siete por ciento en la fase posterior de mejora.

El resultado fue un tomate moderno, cien veces más grande que su antepasado, pero paradójicamente tuvo una consecuencia negativa, porque se  redujo la variedad genética, lo que limitó la capacidad de los agricultores de combinar variedades.

Refieren que una fase muy importante de los cambios en el genoma introducidos por los cultivadores, ocurrió mucho más recientemente (desde los años 70 del siglo XX) y fue la combinación de características de distintas especies mediante un proceso denominado introgresión.

Algunos genes resistentes a virus o nematodos, por ejemplo, prevalecieron en los tomates comerciales modernos desde las ramas más antiguas, ayudando a que no se perdieran las cosechas. Todos estos cambios, desde la domesticación a la mejora y las variaciones por introgresión, ocupan, a juicio de los autores del trabajo, alrededor de un 25% del genoma del tomate, la huella de centenares de generaciones en busca de una fruta mejor.

Estos mismos esfuerzos, apuntan los investigadores, son los que limitan ahora la recombinación de genes y especies, por lo que la investigación en laboratorio puede ser esencial.

La historia de esta fruta se remonta a algún momento indeterminado hace unos diez mil años, cuando los primeros hombres tomaron un pequeño fruto silvestre y empezaron a cultivarlo en el continente americano.

Cuando los españoles llegaron al nuevo territorio, se encontraron con uno de los posibles antepasados de este fruto, en el que los aztecas veían la forma de un ombligo (en su lengua, xītomatl es ‘fruto con ombligo’) y lo llevaron a Europa.

Hoy día, 500 años después, se producen anualmente 162 millones de toneladas de tomate en el mundo. Con un valor de unos 40.000 millones de euros, y se consumen decenas de variedades en todas las culturas.

Por ello recuerda, cada vez que te comas un trozo de tomate de la ensalada, te estás llevando a la boca un pedazo de la historia humana y de los esfuerzos de miles de agricultores por conseguir un alimento más grande y sabroso.

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