Importante preservar en México la riqueza genética del maíz

Ciudad de México, 27 de septiembre.- Historiadores, expertos en biodiversidad, legisladores, ingenieros agrónomos, académicos, abogados y representantes de organizaciones productoras de maíz, coinciden en la necesidad de generar sinergias de política pública y acción social que permitan la protección y permanencia de los maíces nativos de México.
Al iniciar este lunes a lo largo de la presente semana del 27 de septiembre al 1o. de octubre el Día Nacional del Maíz, es oportunidad para reflexionar sobre la relevancia social, histórica, económica, cultural, alimentaria y nutricional, que significa este grano, además de que es momento para fortalecer las prácticas agroecológicas y abonar así a un medio ambiente y alimentación saludables.
Pese a este pedido de la sociedad, en los siguientes días los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), deberán determinar sí se mantiene la suspensión de siembra de maíz genéticamente modificado (GM), que ordenaron 10 tribunales federales, luego de una demanda colectiva de diversos grupos de productores.
La discusión sobre la ratificación de la medida precautoria, responde a que hay un impedimento para dar permiso de siembras de maíz transgénico muchas veces asociadas al herbicida glifosato.
Diversas agrupaciones que integran el movimiento Sin Maíz No Hay País, sostiene que la SCJN tiene el compromiso de “proteger nuestra planta sagrada y mantener la medida precautoria, por ser una nación que es centro de origen y de diversidad constante del maíz”.
En septiembre de 2013, un juez federal suspendió́ toda acción tendiente a permitir sembrar maíz transgénico en el país. Ante ello empresas trasnacionales presentaron decenas de impugnaciones, argumentando supuesta finalidad de innovación tecnológica y científica de supuesto beneficio general.
Abogados de las empresas productoras de herbicidas y demás insumos, argumentan desde marzo de 2016 que las siembras experimentales de Organismos Genéticamente Modificados, “podrían ser útiles para recabar elementos de prueba que demuestren los efectos (positivos o negativos), y esos elementos sepodrían ponderar para decidir, si se puede permitir o no la liberación de los OGM de maíz”.
“Monsanto y otras trasnacionales han evadido por cinco años, solicitar permisos de siembras experimentales para evitar que su tecnología sea evaluada en posibles lugares de siembra, y han eludido reportar mensualmente los datos de control y seguridad de su tecnología ante los Tribunales Federales, por tanto, han evitado que las comunidades científicas y campesinas les cuestionen a través de sus personas abogadas y frente a los tribunales”.
No toman en cuenta que en México la preservación de la cocina tradicional del maíz, va ligada a la conservación del territorio y culturas campesinas, coinciden y no se reconoce el papel de la Campaña Sin Maíz no hay País, para cuidar al grano frente a amenazas de transgénicos.
Lo anterior implica una visión holística que fomente la cultura y el cuidado del territorio en manos campesinas, los recursos naturales, la diversidad biológica y la cocina tradicional mexicana, con los maíces como insumo fundamental.
En el país, el 60 por ciento de los maiceros, se ubican en el sur sureste, 61.3 por ciento son de municipios reconocidos de población indígena, 85.6 por ciento son de pequeña escala pues cuentan con predios menores a cinco hectáreas de temporal y 31.7 por ciento son mujeres.
Por ahora el gobierno federal, ha expresado su comprometido con el maíz y con la agricultura campesina de pequeña escala, guardiana de nuestros maíces nativos. Esta agricultura, es responsable del 40 por ciento de la producción de nuestros alimentos, y el maíz es el cultivo que más se siembra en el país.
En México y Mesoamérica, el productor selecciona su semilla, sobre todo los de pequeña escala, lo hace considerando las características climáticas cambiantes, y así está adaptando el cultivo a las mismas.
La escritora y académica Cristina Barros Valero, recordó que hace 14 años, más de 300 organizaciones ambientalistas, de mujeres, defensores del territorio, académicos y científicos, organizaciones no gubernamentales, intelectuales, cineastas, chefs y ciudadanos independientes comenzaron a impulsar la Campaña Sin Maíz no hay País, actualmente vigente.
La campaña es la responsable de la creación del Día Nacional del Maíz, el cual se hizo oficial en 2019, y ha propiciado una serie de acciones sociales, culturales y legales para protegerlo de la embestida de maíces transgénicos y de un modelo de alimentación ultra procesada.
Estas acciones son parte integral de la preservación de la cocina tradicional, de prácticas milenarias -como la nixtamalización-, y de todo lo que implica la prevalencia de los maíces nativos, como son las culturas campesinas, la presencia campesina en territorio y la riqueza biológica que tiene México.
El coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México de la Presidencia de la República, Eduardo Villegas Megías, ha comentado que “en el Virreinato, los colonos españoles y las órdenes religiosas ocuparon amplias extensiones de consumo e imponían lo que pensaban debía ser objeto de arado, con lo cual propiciaron un desplazamiento del maíz.
“Ello provocó levantamientos sociales, como en 1875, cuando una fuerte sequía encareció el precio del maíz dado el acaparamiento de grano en manos de algunas alhóndigas. Hubo hambruna y desabasto de lo que había sido el alimento principal de los antiguos pobladores mexicanos, el maíz”.
Para el abogado Michael Negrete el decreto presidencial del 13 de abril de 2020 publicadoa en el Diario Oficial de la Federación dedicada su parte fundamental al fomento y protección del maíz nativo.
“Esta ley, tiene como nota distintiva ser el único ordenamiento normativo del sistema jurídico mexicano que reconoce explícitamente al maíz nativo junto con las prácticas tradicionales relacionadas con su producción, comercialización y consumo, como una derivación directa de los derechos humanos a la alimentación y a la cultura establecidos en el artículo Cuarto de la Constitución General.
La ley impone al Estado la obligación de garantizar la conservación in situ de los maíces nativos, así como fomentar la creación de Bancos Comunitarios de Semillas de Maíz Nativo por parte de ejidos y comunidades, quienes podrán constituirlos de conformidad con su normatividad interna, usos o costumbres.
Así, la ley impone un coto de veda al maíz, que lo protege jurídicamente de las amenazas de la agroindustria transnacional, basadas en transgénicos acompañados de paquetes de plaguicidas altamente peligrosos.
El maíz es el cultivo principal de México. Se siembra en todo el territorio nacional, en toda la diversidad de ambientes agroclimáticos, seco, húmedo, caliente y frío.
Existen 64 razas, 59 de ellas nativas, y cinco que fueron descritas inicialmente en otras regiones (Cubano Amarillo, del Caribe, y cuatro razas de Guatemala-Nal Tel de Altura, Serrano, Negro de Chimaltenango y Quicheño), pero también se han colectado o reportado en el país, de acuerdo con información de la Conabio.
El religioso Miguel Concha, ha señalado que defender las semillas nativas del maíz es defender la vida. Es defender los territorios de comunidades indígenas y campesinas. Es defender los saberes ancestrales y las prácticas tradicionales de intercambio y mejoramiento que han tenido como resultado las 64 razas de maíz que existen a lo largo y ancho de México.
l país. Interceder por las semillas nativas del maíz es abogar por la soberanía alimentaria y proteger la biodiversidad y el medio ambiente.
Organizaciones y sociedad civil, y la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País (CNSMNHP) ha defendido esta planta sagrada, esta celebración es un acto a favor de las formas de producir alimentos desde las manos campesinas que sostienen la soberanía alimentaria a partir de su diversidad y sustentabilidad, así como un acto de protesta contra los más de 30 años de abandono al campo, como resultado de políticas anticampesinas neoliberales impuestas durante décadas.
“Éstas ocasionaron la precarización de la vida en el campo, la inseguridad a partir del ingreso del crimen organizado a los territorios y el acaparamiento de la producción alimentaria por parte de las empresas agroindustriales. Cabe reiterar también que, mediante el uso de semillas de maíz transgénico, la agroindustria aplica agroquímicos tóxicos, como el glifosato, y realiza prácticas de monocultivo que erosionan los suelos donde se siembra. Esto ha ocasionado graves daños no sólo al medio ambiente y a la salud de las personas, sino también a las culturas, identidades y vida comunitaria de muchas colectividades”. (Redacción MEXICAMPO).