Santa Rosalía, patrimonio histórico de Baja California Sur
Por Joel Cosío
La Paz, Baja California Sur, diciembre de 2018.- La panadería El Boleo, localizada en el pueblo de Santa Rosalía, en el municipio de Mulegé, en Baja California Sur, durante más de cien años, ha mantenido la preparación tradicional de diversos tipos de pan.
Los panes tienen una fuerte influencia de la gastronomía francesa de principios del siglo XX. Esto se debe a que la panadería fue fundada en 1901—administrada por panaderos de origen francés—, por gestión de la compañía minera de capital francés, El Boleo, tan solo seis años después de que la compañía minera iniciara operaciones de extracción de cobre en 1885, impulsando el asentamiento humano.
En punto de las siete de la mañana, los consumidores solicitan panes como conchas, panqués, moños, empanadas, teleras, bolillos y birotes, que —presumen— tienen una importante influencia francesa. Por las noches, alrededor de una decena de panaderos elaboran los alimentos, con ingredientes de origen mexicano, por medio de un proceso de preparación tradicional que hace uso de hornos de barro y leña de la región.
Desde su apertura, la panadería ha mantenido idéntica su edificación y fachada, además avivando su tradición e historia, asociada a la fundación del poblado minero, se ha convertido en un atractivo turístico para visitantes de Estados Unidos, principalmente.
En el pueblo, con el edificio de la panadería, existen decenas de inmuebles que comparten un origen mutuo y estilo arquitectónico —que les ha validado la categoría de Zona de Monumentos Históricos—, la combinación de detalles franceses e ingleses de aquella época.
Patrimonio histórico del estado de Baja California Sur
El arquitecto perito en la sección de Monumentos Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Baja California Sur, Enrique González González, mencionó que Santa Rosalía conforma una parte del patrimonio histórico del estado de Baja California Sur, debido a su particular arquitectura “boleriana”.
“Santa Rosalía es un poblado muy importante en el estado de Baja California Sur y para el noroeste mexicano principalmente, que fue fundado en el siglo XIX por la empresa minera El Boleo, quienes crean una arquitectura francesa muy tradicional, que forma parte del patrimonio histórico del estado”.
Por decreto presidencial, el 5 de diciembre de 1986 el pueblo minero de Santa Rosalía fue declarado Zona de Monumentos Históricos, estableciéndose 135 manzanas y 32 inmuebles históricos.
“En 1986, cuando se hace el decreto presidencial, se establecen 135 manzanas y 32 inmuebles relevantes en un perímetro de la parte antigua; en la Zona Centro, la Mesa Francia, que es en donde se encuentran los inmuebles más importantes de la arquitectura ‘boleriana’, y en la Mesa México, estos tres conjuntos forman esa área patrimonial”.
La profesora investigadora del Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), la doctora Edith González Cruz, detalló que la compañía minera El Boleo detonó un importante desarrollo económico en la región, que permitió la edificación de inmuebles, con madera importada de Estados Unidos, a cargo de constructores franceses principalmente, dando así origen al pueblo.
“Los rosalinos se identifican con esa arquitectura, que a lo largo del tiempo ha sido impactada o se ha ido perdiendo por incendios, principalmente”, destacó González Cruz.
La traza urbana estuvo diseñada con una marcada división de la comunidad, en la Zona Centro se encontraba la mayoría de los servicios del pueblo, como la iglesia, la escuela, el teatro y la panadería; en la Mesa México, las residencias de las familias de trabajadores y funcionarios mexicanos y; en la Mesa Francia, las residencias de los directivos y técnicos de la compañía francesa. Adicionalmente, próximos al poblado se encontraban los campamentos de grupos mineros: Providencia, Purgatorio y Soledad, en donde yacían construcciones mínimas.
“En el pueblo de Santa Rosalía, una de las primeras construcciones que establece la compañía seguramente fue la escuela de niños y niñas, un edificio muy bonito que aún existe y que hoy en día alberga a las autoridades municipales del Ayuntamiento de Mulegé. La Dirección de la Compañía El Boleo se estableció en la cima de la Mesa Francia, desde donde podían supervisar las actividades mineras; fue uno de los primeros poblados en la península de Baja California que tenían línea telefónica. Establecen la iglesia de Santa Bárbara, prefabricada en metal e importada de Europa, un hospital, una oficina de correo, un teatro, un par de hoteles, un mercado, una panadería, entre otros inmuebles”.
El pueblo de Santa Rosalía —destacó la especialista—, en su etapa de mayor auge económico, fue considerado una de las primeras comunidades cosmopolitas del noroeste de México, en la que cohabitaron mexicanos, franceses, italianos, estadounidenses, alemanes, chinos, entre otros.
“Santa Rosalía fue un pueblo cosmopolita, muchos pensábamos que nada más había franceses, mexicanos, yaquis —de Sonora— y chinos. En un documento de 1890 indican que en el poblado vivían 117 extranjeros, entre infantes, mujeres y hombres; 101 trabajadores de El Boleo; había 54 franceses, 38 italianos, tres estadounidenses, dos españoles, dos alemanes y un inglés, entre otros”, afirmó González Cruz.
El pueblo de Santa Rosalía mantuvo un sorprendente auge económico durante más de medio siglo, fomentado por la actividad minera de la compañía El Boleo que, una vez que cerró operaciones en 1954, dejó un importante patrimonio cultural y arquitectónico, que identifica la presencia de la empresa de capital francés en la época porfiriana.
Turismo, una vía de desarrollo alternativo
Las nuevas generaciones de pobladores de Santa Rosalía están identificadas con la historia de su lugar natal y aprecian los edificios históricos, a pesar de que conllevan una serie de limitaciones, como prohibición de modificación a las fachadas de sus hogares.
La disponibilidad de los pobladores de preservar la arquitectura boleriana, además es fomentada por la idea de impulsar el turismo, que hasta el día de hoy es incipiente en la zona.
En el Instituto Nacional de Antropología e Historia tratan de ser flexibles con los lineamientos que rigen las construcciones del poblado, procurando conservar las fachadas históricas y que el diseño de las obras de construcción nuevas, que se realicen en el lugar, se integren al contexto histórico, señaló el arquitecto Enrique González González.
“En los centros mineros por lo regular los poblados tenían otras condiciones; creemos que a nivel nacional, Santa Rosalía es el único similar a la arquitectura francesa. Los materiales que el INAH permite utilizar pueden ser elementos actuales y aplanados de muros, que procuren conservar las formas tradicionales de las vigas de madera para darle ese sentido histórico al poblado”, destacó González González.
El titular de la Secretaría de Turismo, Economía y Sustentabilidad del Gobierno del Estado de Baja California Sur, Luis Humberto Araiza López, indicó que Santa Rosalía ha mostrado una tendencia en ascenso de afluencia de turistas que impacta directamente en la economía de los habitantes.
Desde la secretaría a su cargo, impulsar el turismo con un distintivo de Pueblo Histórico o Pueblo Mágico son objetivos que persiguen a corto y mediano plazos.
“Santa Rosalía, sin duda, es una joya al norte del estado que tiene un gran potencial turístico, muchas bondades y condiciones para crecer mucho más. En la Secretaría de Turismo, Economía y Sustentabilidad, estamos pendientes de que el impulso al dinamismo turístico que va muy de la mano con el económico, no decaiga y sigamos incrementando acciones en pro de ese destino”.
La economía producto del turismo, aunado a otras actividades primarias principalmente, impacta en todos los niveles de la sociedad de Santa Rosalía, así es como la comunidad comprometida puede rescatar del desmoronamiento y preservar uno de los vestigios más importantes de la península de Baja California de finales del siglo XIX y la mitad del siglo XX, las casas de madera y edificios históricos, que evocan una época perdida, que hoy en día hacen imaginar a las nuevas generaciones.