Por Claudia Karina Gómez Cancino.

Tepic, Nayarit.    Pablo Germán Ruelas Hernández, doctor en ciencias agrícolas, investigador y profesor de la Unidad Académica de Agricultura de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), investigó sobre la diversidad y distribución de especies cultivadas de calabazas (Cucurbita spp.) en Nayarit e identificó que al menos cuatro especies son empleadas como alimento y en algunos casos con fines ceremoniales, según su sitio de cultivo.

En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, el especialista afirmó que en el estado se cultivan al menos cuatro especies de calabazas, en las zonas serranas, costeras y valles, principalmente.

“En Nayarit, entre las calabazas que son domesticadas y cultivadas, tenemos Cucurbita pepo que se da en regiones altas como en la meseta de Jala, la sierra de El Nayar y Huajicori, es decir en espacios con altitudes superiores a los mil 800 metros; también se siembra Cucurbita ficifolia, conocida como chilacayota, que prospera en las mismas altitudes”, explicó el investigador.

También en la zona costera, indicó el entrevistado, se cosechan las especies Cucurbita moschata o calabaza de buche o gajo, y en los valles Cucurbita argyrosperma, esta última es utilizada especialmente para extraer la semilla y comercializarla como alimento, ya que se consumen tostadas o como ingrediente del mole, como platillo tradicional; además de estas cuatro, dijo, existen algunas especies silvestres que están en estudio para su caracterización.

Conservación de los recursos fitogenéticos

El doctor Ruelas Hernández comentó acerca de la diseminación del cultivo proveniente de otras zonas, lo cual fue posiblemente durante las peregrinaciones de los nativos antiguos en donde se intercambiaron diversas semillas y productos agrícolas de otras regiones del país, principalmente del centro, por lo que en cuanto a calabazas no es posible precisar si hay especies endémicas en la región.

El investigador llevó a cabo una recolección de frutos y semillas de calabaza en sitios donde se cultivan preferentemente, desde la región norte al sur del estado, en los municipios de Amatlán de Cañas, Ixtlán del Río, San Pedro Lagunillas, Huajicori, Jala, zona costera y comunidades del municipio de El Nayar.

Posteriormente, se realizó un trabajo de caracterización morfológica con el propósito de poder diferenciar  las variedades locales de cada especie y generar información útil para fines de conservación, aprovechamiento y mejoramiento genético, subrayó el especialista.

“Como complemento del trabajo, estas colecciones fueron enviadas al Sistema Nacional de Recursos Fitogenéticos con el fin de que se almacenaran en el banco de germoplasma, clasificar cada especie encontrada y utilizarlas después para el mejoramiento genético e implementar estrategias de conservación del recurso, sobre todo donde haya peligro de la pérdida del cultivo”, indicó.

Estudio etnobotánico: la relación cultural de los cultivos con el hombre

Ruelas Hernández también realizó un estudio etnobotánico de las especies encontradas en la entidad, con el objetivo de conocer cómo y cuáles son las relaciones que existen entre los productores y el cultivo de calabaza.

“Las preguntas para realizar este estudio y conocer las relaciones del cultivo con las personas fueron diversas, tendientes a la conservación de la calabaza, por ejemplo: ¿dónde adquirían sus semillas?, ¿qué patrones utilizan para seleccionarlas?, ¿se acostumbra el intercambio entre productores?, ¿qué usos le dan?; pregunté todo lo importante para la conservación del cultivo”, afirmó.

Según las conclusiones de este trabajo, en la mayor parte de las zonas altas de la entidad —en los municipios de El Nayar y Huajicori, donde habitan los grupos étnicos mayoritarios, coras y huicholes—, encontró que los usos principales de las calabazas estaban relacionados con el alimento tanto de personas como de animales, además de que se usaban en rituales y medicina tradicional.

“Principalmente encontré que sirven como alimento para las personas y animales como cerdos o vacas, y las semillas tienen importancia en usos medicinales, como vermífugo, porque las muelen crudas, las revuelven con agua y utilizan el licuado para el combate de lombrices; esto funciona también en animales”, declaró.

En cuanto a cuestiones culturales y la importancia de las calabazas, el investigador afirmó que uno de los ritos o festejos en que se ven incluidas es en la celebración de ofrendas a la diosa Tatei Yurianaka, diosa de la tierra según los wixárikas (huicholes).

“Encontré que en la etnia huichol es parte de sus ritos ceremoniales, en donde los primeros frutos de maíz y calabaza de la temporada son ofrendados a una diosa para que les vaya bien en sus cosechas”, expuso el entrevistado.

La etnia wixárika reconoce la calabaza como una representación del mundo y, en su lengua, describen conceptos, deidades o personajes relacionados con el vegetal, como xutsi tewiyari, que significa persona calabaza o mestiza, y cabeza de calabaza o wap para señalar a alguien con características prominentes del cráneo.

 El desplazamiento de algunos tipos de calabaza

Según el investigador Ruelas Hernández, en su estudio etnobotánico, encontró que algunas variedades criollas utilizadas para extracción de semilla han dejado de cultivarse al ser desplazadas por otros tipos —por la dureza de su cáscara (calabazas de casco) que impide la fácil extracción de las semillas.

“En su lugar, utilizan algunas que se han modificado para obtener cáscaras más blandas, lo que facilita que se pueda sacar la semilla; esto principalmente en la zona sur del estado en los municipios de San Pedro Lagunillas y Amatlán de Cañas”, resaltó.