Diego Rodrígez

En México es difícil que un deportista que no se dedique al balompié sea catalogado como ídolo, diariamente las portadas de los diarios deportivos se inclinan más por el fútbol y rara vez vemos en portada a personajes como Julio Urías y a deportistas, de hecho, se publican en las últimas páginas, y no culpo a los diarios deportivos, el fútbol es lo que más vende en el país.

En los Panamericanos y Juegos Olímpicos podemos ver que ni siquiera el gobierno apoya a quienes nos representan, hemos visto a deportistas destacados y ganadores en Olimpiadas que reciben miserables apoyos que no bastan para adquirir material o indumentaria utilizadas en diferentes disciplinas.

En los últimos meses quedó evidenciada la corrupción que hay en la CONADE. En México simplemente no hay apoyo digno para los deportistas. Raro es el atleta mexicano que destaca, la mayoría tienen que emigrar a otros países para intentar ganarse un respeto a base de logros personales como Saúl Álvarez, Sergio Pérez, Fernando Valenzuela, Gustavo Ayón, por mencionar a algunos.

En esta ocasión es Julio Urías quien ha escrito su nombre con letras doradas, mucha gente ve un título de Serie Mundial, pero hay más de una historia de superación por contar.

Julio César Urías, nunca se rindió a pesar de tener un tumor en su ojo izquierdo y sólo tener la capacidad de ver con el derecho. En algunas entrevistas ha declarado que ha pasado múltiples veces por el quirófano desde su juventud para retirarle la masa benigna, pero esto no ha sido impedimento para sus logros, sólo apoyado por su familia.

“Así es como funciona Dios. Me dio un ojo izquierdo malo pero un brazo izquierdo bueno», declaró Urías, quien con lanzamientos desde la loma del diamante logró hacer historia en un equipo histórico como los Dodgers, que después de 35 años no ganaba la Serie Mundial.

Los sacrificios del originario de Mazatlán, Sinaloa, comenzaron desde los 10 años, pues se dedicaba a viajar y a competir en distintos lugares de México, y su esfuerzo y talento se vieron recompensados a sus 14 años, en un torneo en Oaxaca, donde conoció al visor de los Dodgers que también descubrió a Fernando Valenzuela: Mike Brito.

Así, Urías firmó a sus 16 años su primer contrato profesional con el equipo californiano y con ello tuvo que dejar su tierra y a su familia.

Debutó en ligas menores con Great Lakes Loons en la Liga del Medio Oeste, como el jugador más joven de la liga y destacando desde siempre. Poco a poco su esfuerzo se vio recompensado hasta ser considerado para el primer equipo de Los Ángeles Dodgers. Sus tres últimos outs frente a las Mantarrayas de Tampa, y todo lo que ha hecho a sus 24 años ya es historia.

Vivimos en un país donde admiramos a futbolistas engreídos, que lo único que hacen es hacer creer a los niños que quieren ser deportistas, que todo es fácil y que es garantía de fortuna y buena vida, y no les enseñamos historias de sacrificio y de superación donde los deportistas tienen que salir para triunfar y hacerse de un nombre, pues en México nunca se les reconocerá.

Somos un país donde al deportista no se le apoya, a los que de verdad nos representan a nivel mundial. Hoy el triunfo no es de México ni del presidente, ni del “nuevo Valenzuela”. Hoy el triunfo es de Julio César Urías Acosta. y esperemos que sirva de inspiración para muchos.

Hoy las portadas de los diarios y los reflectores serán para un histórico Urías Acosta, esperemos que mañana no sean para un soberbio “Chicharito” que anota un gol por temporada y a quien todos admiran.

Julio Urías no es el ídolo que merecemos, pero si el que necesitamos.

Diego Rodríguez/ Balón y pie/ www.theexodo.com