12 diciembre, 2024
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Con el cuarto abril más lluvioso registrado desde 1970, en el norte de la región pampeana de Argentina, la cosecha de los granos está retrasada por la falta de suelos, una demora que se traduce en pérdidas de producción y calidad. En este contexto, técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agrícola (INTA) proponen rotar cultivos a los sistemas actuales de producción y analizan las estrategias para mejorar la estructura y las propiedades de los suelos. Los cultivos de cobertura es una estrategia que aporta sustentabilidad a los sistemas productivos.

Héctor Espina, director nacional del INTA, analizó la problemática de la región junto con un equipo de técnicos: “Si bien estamos en un año excepcional, cuando uno toma los promedios históricos de lluvias no hay un cambio significativo, el problema aparece con los cambios que se dieron en los sistemas de producción”.

En este sentido, aclaró: “No se puede decir que la soja es la culpable, en todo caso hay que hablar del monocultivo de la oleaginosa”. Por lo que “es necesaria la rotación de cultivos para conservar el capital suelo”, aseguró.

De hecho, el Director del INTA puso el foco en la incorporación de los cultivos de invierno, como el trigo, a los sistemas agrícolas. “Las obras de infraestructura, como los canales que ayudan a conducir el agua de la superficie, son importantes”, expresó. “Sin embargo, en el caso puntual de lugares con pendientes muy débiles como la zona pampeana, esas obras ayudan a sacar el agua de la superficie pero no el que está en las napas”, aclaró.

La incorporación del trigo en los esquemas de doble cultivo resulta fundamental debido a que absorbe hasta 500 milímetros de agua. “Donde hay doble cultivo con trigo, se nota cómo baja gradualmente la napa”, ponderó Espina.

Por esto, para lograr mayor sustentabilidad de los sistemas productivos pampeanos, “la incorporación de cultivos de invierno como trigo, cebada o centeno deberán ser parte de los planteos agrícolas para la campaña que se inicia”, recomendó Fernando Martínez, jefe de la agencia del INTA en Casilda –Santa Fe–.

“Esta primavera, toda la región debe estar pintada de verde”, insistió. Esto significa incorporar alguna gramínea como cultivo de cobertura. “Nos permitirá consumir excesos de agua, competir con malezas de difícil control y mejorar las condiciones físicas y químicas de los lotes”, expresó.

“La incorporación de cultivos de invierno como trigo, cebada o centeno deberán ser parte de los planteos agrícolas para la campaña que se inicia”, señaló Martínez,

De acuerdo con el jefe del INTA Casilda el modelo productivo predominante en la región es el monocultivo de soja. “Se desarrolla sobre suelos desnudos, después de largos barbechos de 6 a 7 meses de duración y en el que se aplican escasas dosis de fertilizantes”, señaló.

De hecho, en los últimos años más del 70 % de los suelos de la región pampeana son destinados a la siembra continua de soja, un cultivo que produce poca cantidad de rastrojos y raíces, de rápida descomposición.

ROTACION

En este sentido, Martínez expresó que el monocultivo con la oleaginosa impide la infiltración de gran parte del agua. De hecho, un estudio realizado en el centro sur de Santa Fe analizó el consumo de agua del cultivo en comparación con el promedio anual de lluvia en la zona.

Las lluvias en la región aumentaron hasta un 20 % y duplicaron su intensidad, pasaron de valores medios de 120 milímetros en 24 horas a 250. “Llueve un poco más, pero las tormentas son más intensas”, afirmó.

“Si a los 600 milímetros anuales en promedio que consume el monocultivo sojero le restamos los 1.100 milímetros en promedio que cayeron en 2014, la diferencia positiva de agua que ingresa al suelo se suma a las napas y genera su ascenso hacia la superficie”, señaló Martínez. “Esto provoca, al mismo tiempo, problemas en las rutas y los caminos rurales, por el escurrimiento de agua y rastrojos”, añadió.

Así, la intensificación agrícola incorporó la producción de soja en lotes de menor aptitud productiva y en sectores que funcionaban como vías de escurrimiento natural de los excesos. “Esta práctica, en suelos parcialmente aptos contribuyó con los anegamientos”, indicó el especialista del INTA Casilda.

Para Julia Capurro, del INTA Cañada de Gómez –Santa Fe–, “el desplazamiento de cultivos tradicionales como trigo, maíz y pasturas por soja de primera originó cambios importantes en la cobertura de los suelos debido a que los rastrojos de este cultivo son escasos y se descomponen con rapidez, por lo que no logran generar una capa protectora de la superficie”.

“Gran parte del agua de lluvia que no puede ser consumida en este sistema de monocultivo de soja, genera escurrimientos superficiales de gran magnitud en las áreas onduladas”, puntualizó.

Estos escurrimientos arrastran, junto a los rastrojos de los cultivos, sedimentos muy ricos en materia orgánica, nitrógeno, fósforo y otros nutrientes esenciales para la producción agrícola. “Estas pérdidas podrían ser fácilmente evitadas con un manejo diferente de los cultivos”, aseguró la técnica del INTA Cañada de Gómez.

La inclusión de gramíneas invernales, como cultivo de cobertura, resulta fundamental en esquemas de producción sustentables.

Según Martínez, la inclusión de gramíneas invernales, como cultivo de cobertura, resulta fundamental en esquemas de producción sustentables, debido a que “las raíces favorecen la aireación del suelo y,  luego de su descomposición, dejan conductos que facilitan el ingreso del agua a capas más profundas”.

Así, la asociación de distintas especies de cultivos de cobertura permite sumar sus cualidades al material vegetal producido. “La mayoría de las gramíneas de invierno como avena, cebada, centeno, trigo o triticale producen elevadas cantidades de materia seca con alto porcentaje de carbono en sus tejidos”, indicó Capurro.

En este sentido, aseguró: “los sistemas productivos de la región necesitan ser manejados con mayor diversidad de especies, para lograr un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles –como agua, luz y nutrientes–”.

La práctica de cultivos de cobertura representa una estrategia que aporta sustentabilidad a los sistemas productivos. “Es una técnica complementaria y no sustitutiva, debido a que no reemplaza un adecuado plan de rotaciones y una fertilización balanceada”, aseguró Capurro.

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