Ciudad de México, 17 de marzo.- La agroecología es posible, sin embargo, para dejar de lado en el país la agricultura comercial, se requiere de una política pública que apoye a los productores, fundamentalmente hacia los primeros cinco años de iniciar con los cultivos orgánicos.

Establecieron biólogos, ingenieros agrónomos, académicos, investigadores, representantes de empresas de proyectos sustentables y agricultores, y funcionarios públicos del sector, los que participaron en la 22 Conferencia (virtual) del ciclo Autosuficiencia Alimentaria e Innovación Tecnológica.

En el evento organizado por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), con el título Producción agrícola y frutícola comercial con alternativas agroecológicas: Sinaloa-Veracruz-Chiapas, los ponentes llegaron al punto de acuerdo de que es posible en México la producción orgánica.

La académica y productora en la Huerta Los Gómez, Laura Gómez Tovar, consideró que la política pública debe multiplicar los “faros agroecológicos”, esto es las experiencias exitosas en producción libre de agroquímicos, con resultados positivos en términos de rendimientos, costos, cuidado del medio ambiente y por supuesto en salud humana.

Reconoció que este tipo de agricultura implica esfuerzos, como es la experimentación continua para validar tecnologías y el costo de la certificación orgánica, pero los beneficios son mucho mayores sobre todo representan compromiso con la humanidad.

Los participantes al dar a conocer sus respectivas experiencias, hicieron notar que la viabilidad en la producción agroecológica, se requiere del apoyo, debido a que es necesario certificar los cultivos, lo cual requiere recursos e inversión costosa que generalmente los productores de baja escala no tienen.

El subsecretario de la Sader, Víctor Suárez Carrera, dijo que los resultados que ofrece la producción con bajo uso de agroquímicos entre ellos el glifosato, son muestra de responsabilidad y compromiso social de empresarios agrícolas del país.

“La recuperación de la salud de los suelos permite elevar rendimientos, bajar costos y sobre todo ofrecer alimentos saludables”.

La agricultura sustentable, sin glifosato y el paraquat, es una alternativa viable y realista para los productores de México, incluso para aquellos de tipo comercial, en escalas medias y grandes, interesados en obtener ganancias y en exportar”, afirmó.

Afirmó que las experiencias de producción sustentable de maíz y soya de Sinaloa, naranja de Veracruz y banano de Chiapas, demuestran la existencia y empuje de empresarios agrícolas con responsabilidad, que buscan rentabilidad, pero lo hacen “con ética, con conciencia social y humana; su actividad no es a costa del medio ambiente, de la diversidad biológica, del agua, no genera enfermedad o muerte”.

Subrayó que existe el reto de masificar este tipo de experiencias, “queremos convertir esas islas en continentes y que en el futuro las islas correspondan a quienes quieren seguir anclados en el pasado”, aquellos que están advirtiendo equivocadamente hoy que eliminar el glifosato significa reducir nuestro abasto alimentario y engrosar importaciones.

El director de la región Sureste del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Luis García Barrios, explicó la trascendencia del decreto presidencial del 31 de diciembre, el cual ordena la eliminación gradual del glifosato, sustancia activa de herbicidas que se usan de forma muy extendida en la agricultura comercial.

Señaló que el decreto no surgió de la nada. Había con anterioridad un expediente integrado por el Conacyt sobre evidencias científicas de daños y riesgos del glifosato, y el gobierno tiene clara la necesidad y derecho a la alimentación, cuerpo, mente y ambiente sanos, y la necesidad de restaurar la vida rural digna.

La decisión de eliminación gradual del glifosato de aquí al 2024 se enmarca en un interés gubernamental de construir nuevos compromisos éticos hacia la salud humana, la integridad ambiental, la justicia social, la soberanía alimentaria, la independencia tecnológica y la autodeterminación económica.

“Entre los elementos disponibles para lograr eso figuran programas públicos que promueven de forma participativa agricultura y alimentación sana”, dijo.

En la conferencia, denominada “Producción agrícola y frutícola comercial con alternativas agroecológicas: Sinaloa, Veracruz y Chiapas”, el productor de Sinaloa, Claudio Beltrán Ramírez, habló de su experiencia sobre 600 hectáreas de maíz con el sistema de Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados y Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (ACCI-MICI), que implica reducción de agroquímicos y prescindir totalmente del glifosato.

Dijo que su principal compromiso es generar alimentos saludables. Precisó que este sistema considera como factor de gran importancia el análisis de los suelos para conservar, corregir o mejorar las condiciones físico-químicas, orgánicas y microbiológicas del recurso suelo.

Asimismo, la siembra con semilla de producción propia, tratada con microorganismos específicos para una buena germinación y establecimiento de las plántulas en el campo. El ACCI-MICI, dijo, le ha permitido reducir el rango de costos de producción de maíz por hectárea de un rango de 42 mil a 45 mil pesos a uno de 32 mil a 35 mil y ha permitido elevar rendimientos.

El productor Leonel Ibarra Primero, del municipio de Navolato, habló del regreso, desde 2019, del cultivo de la soya al centro de Sinaloa después de 25 años de prohibición por razones fitosanitarias. Este regreso ha sido con el sistema ACCI-MICI, con cero usos de agroquímicos y mucho menos glifosato, dijo.

Precisó que las siembras de soya se han realizado en ciclo primavera/verano, utilizando microorganismos, lombricomposta y control biológico de plagas, entre otros métodos sustentables.

Todo ello, aprovechando la organización de productores, preside una empresa de agricultores denominada Impulso Rural, la cual estableció una planta de producción de microorganismos en la ciudad de Culiacán, que les abastece de los bioinsumos e insectos benéficos para el control de plagas.

En 2019 la siembra de la oleaginosa se realizó sobre 72 hectáreas; en 2020 fueron 411 y para 2021 se prevén entre 500 y 600, y los rendimientos en estos años han ido al alza gracias al enriquecimiento y recuperación de salud de los suelos: han pasado de dos toneladas por hectárea en 2019 a 2.8 toneladas en 2020.

El productor y académico de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), Manuel Ángel Gómez Cruz, habló de su experiencia en la Huerta Los Gómez, en Papantla, Veracruz, la cual cuenta con 60 años de existencia, y desde 2012 suma 16 hectáreas.

Desde hace varios años este predio inició prácticas agroecológicas, y hace ocho tiene certificación orgánica. Allí produce naranja orgánica para el mercado nacional y jugo que va a la exportación a Europa, agregó.

El productor Exal Moreno comentó sobre el rancho don Rolando, que tiene 150 hectáreas de banano sembrado en Tapachula, Chiapas, desde 1967, y en los últimos cuatro años, se emprendieron prácticas sustentables, de reducción de agroquímicos y eliminación total de los herbicidas (glifosato y paraquat, que son los que comúnmente se aplican en las fincas de banano).

“Eliminamos los herbicidas porque dañan la vida: matan los microorganismos y evitan la reproducción de lombrices, por lo cual los suelos se van deteriorando año con año hasta quedar estériles” Utiliza una planta llamara orejera que se extiende como alfombra en todo el campo y enriquece y humedece el suelo, y permite la reproducción de microorganismos y lombrices.

Señaló que él pretende seguir por toda la vida cultivando de forma sustentable y tiene el reto de convencer a otros productores a involucrarse en ello. “¿Glifosato?, ¡ni regalado!”, afirmó. (Redacción MEXICAMPO).