Por Armando Bonilla

Ciudad de México. 8 de octubre de 2018.- A través de campos experimentales en el estado de Tlaxcala, investigadores de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) introdujeron amaranto en esa región y con técnicas de mejoramiento crearon tres variedades vegetales adaptadas al clima de la zona que lograron comprobar su resistencia ante sequías y heladas.

Se trata de las variedades Areli, Diego y PQ2 que fueron sembradas y monitoreadas en regiones con condiciones óptimas de humedad y en zonas con menor porcentaje de precipitación pluvial, así como en zonas con condiciones adversas de frío —heladas.

Entre los resultados más relevantes reportados al momento, se encuentran los que registró la variedad Areli, que es capaz de sobreponerse a periodos importantes de sequía, logrando una producción superior a la de cultivos de maíz mejorado genéticamente sembrados en las mismas zonas.

El objetivo de la investigación, que suma más de diez años de trabajo, es generar alternativas de cultivo en el campo mexicano que contribuyan a mejorar la alimentación de la niñez. En ese contexto, por las propiedades nutrimentales reportadas en la literatura científica, el amaranto es una de las opciones más viables por su capacidad de adaptación.

En la canasta básica

La Agencia Informativa Conacyt acompañó en exclusiva al doctor José Sergio Barrales Domínguez, rector de la Universidad Autónoma Chapingo y responsable de la investigación, en un recorrido por los campos experimentales, que también buscan generar el conocimiento necesario para incorporar la semilla a la canasta básica de granos.

“Cuando comenzamos a estudiar la semilla, identificamos que es una fuente muy importante de proteína, que además cuenta con grandes cantidades de hierro y calcio. Con base en eso nos propusimos estudiarla más y generar el conocimiento necesario para incorporarla en una primera fase al padrón de cultivo de los productores y en la época reciente a la canasta básica de semillas en México”.

De acuerdo con el investigador, hace 20 años tan solo se destinaban alrededor de tres mil hectáreas en todo el país a su cultivo, y también detectó que su consumo se reducía al de la golosina conocida como “alegría”. Con base en ello se propuso, en colaboración con otras áreas de la UACh, diseñar y construir la maquinaria necesaria para automatizar el cultivo de amaranto.

Como parte de ese proceso inventó un dispositivo mecánico —especie de brazo metálico— que permite dispersar las semillas al mismo tiempo que el tractor recorre el terreno. El dispositivo permite sembrar tres surcos de manera simultánea, optimizando los tiempos que se destinan a ese proceso.

“Disminuimos con ese dispositivo, de 10 jornadas de trabajo a solo dos horas el cultivo de una hectárea. Solucionado ese problema, en el proceso de cosecha nos enfrentamos a otro toda vez que se hacía de manera manual y eso era una desventaja respecto a otros cultivos —como el maíz— que ya se automatizaron desde hace tiempo”.

Para solucionar esa desventaja competitiva, el doctor Barrales Domínguez modificó una trilladora convencional —utilizada para la cosecha de frijol—, a la cual le cerró el viento y cambió las cribas para poderla implementar en la cosecha de amaranto. Con esas adecuaciones, una trilladora convencional es capaz de cosechar una hectárea en tan solo día y medio de trabajo, contra los 20 que se tarda en hacerlo de manera manual, dependiendo del rendimiento.

Una vez que logró mecanizar el proceso de cultivo e introdujo las tres variedades mejoradas en la región oriente del estado de Tlaxcala, sometió las tres variedades objeto de estudio a condiciones adversas, principalmente de sequía y de frío —heladas—; no obstante, se puso énfasis en las condiciones de sequía ya que coinciden con la etapa de floración.

“Fue así como observamos que, debido a que el amaranto experimenta un proceso de floración muy prolongado, cuando enfrenta sequías en la etapa inicial de floración, esta no se detiene, recupera su capacidad de crecimiento, de producción de flores y, en consecuencia, de grano. Hemos logrado producciones que rondan entre los 500 y 800 kilogramos por hectárea en condiciones de sequía prolongada”.

De acuerdo con el investigador, aun cuando la producción sí decae, el rendimiento obtenido está muy por encima del maíz, por ejemplo, y ello permite generar un plan estratégico para rotar cultivos con el maíz durante los años en que se prevén temporadas de sequía prolongadas.

“En una situación de adversidad ambiental, el amaranto significa una opción viable de alto valor nutricional; en cambio, otros cultivos que son muy sensibles impactan en la soberanía alimentaria e incluso significan pérdidas económicas cuando son sembrados con fines comerciales”. (Agencia Informativa Conacyt)