Luis Carlos Rodríguez González/The Éxodo

A 8 años de la masacre de San Fernando, Tamaulipas, Luis Freddy Lala, uno de los dos sobrevivientes, aún teme por su vida, tiene la zozobra de sicarios mexicanos los buscaran hasta su pueblo natal en Ecuador, donde sobrevive descargando mercancía de camiones.

Los recuerdos y el miedo están intactos, como las imágenes de los 72 cuerpos de migrantes que fueron secuestrados y asesinados por el Cartel de los Zetas en agosto del 2010, en pleno apogeo de la guerra contra el narco que inició el entonces presidente Felipe Calderón y que dejó como “daños colaterales” a cientos o miles de migrantes.

«Sólo recuerdo que se escucharon los lamentos y las súplicas de algunas de las personas que estaban ahí, luego oí disparos y cuando terminó todo y se fueron me levanté para pedir ayuda».

Es el recuerdo de Luis Freddy Lala, uno de los dos migrantes que sobrevivieron a la masacre de San Fernando, Tamaulipas, hace 8 años.

Entonces de 18 años, sobrevivió a un disparo de sicarios y secuestradores del cártel de Los Zetas. La bala que recibió el joven ecuatoriano penetró por el cuello y le salió por la mandíbula.

Los otros 72 -58 hombres y 14 mujeres- de nacionalidad guatemalteca, brasileña, hondureña, salvadoreña y hondureña, no corrieron la misma suerte. Todos fueron masacrados entre el 22 y 23 de agosto del año 2010 en el Rancho El Huizachal, en San Fernando Tamaulipas.

Los migrantes fueron interceptados cuando viajaban en un autobús desde Veracruz con rumbo a la frontera de Tamaulipas. El grupo de sicarios les exigió dinero, pero como ya no tenían porque les habían pagado a los “coyotes” los querían obligarlos a sumarse a Los Zeta. Todos menos uno se negaron. Esa fue su sentencia de muerte.

Era un sábado como a las 10 de la noche. “Nos rodearon tres carros. Bajaron como ocho personas bien armadas. Nos bajaron del autobús  y nos subieron a dos carros”.

“Después nos ofrecieron trabajar para ellos. Dijeron que eran Zetas, que nos pagarían 1.000 dólares por quincena, pero no aceptamos”, señala Luis Freddy.

Nos llevaron a una bodega o rancho. “Ahí nos separaron de cuatro en cuatro y nos amarraron las manos hacia atrás. Nos tiraron al piso. Ahí nos tuvieron una noche”.

“De pronto Empecé a escuchar disparos. Pensé que era en otro lugar cercano, pero no, estaban disparándole a mis amigos. Después me disparó a mí. Acabaron de disparar y se fueron. Mataron a todos”, recuerda en una entrevista con la televisora ecuatoriana GamaTV.

Freddy, con la mandíbula destrozada por los disparos, fingió estar muerto. Espero unos minutos a que se fueran los sicarios. “Camine y salí de la casa. Camine hasta donde estaba una lampara, salieron dos hombres pero no me quisieron ayudar. Seguí caminado con dolor por unos 10 kilómetros pidiendo auxilio. Nadie me quiso ayudar. Se hizo de día”.

Como a las 7 de la mañana del 23 de agosto del 2010 encontró a dos marinos. “A ellos les pedí ayuda”. El martes 24 de agosto por la tarde fue cuando las autoridades mexicanas encontraron los 72 cuerpos de los migrantes masacrados.

“No vengan más a México. Hay personas malas que no nos dejan pasar. Viajaban conmigo 76 personas. Les digo a los ecuatorianos que no viajen más porque Los Zetas están matando a mucha gente”, recomienda el joven indígena hondureño quien ahora trabaja como cargador en su país natal con salario de alrededor de 60 dólares a la semana.

A más de 3 mil 700 kilómetros que separan Tamaulipas de Ecuador, Luis Freddy vive todos los días con miedo. Piensa que los sicarios vendrán por él y su familia. Ya no quiere estar ahí.

Hace unos días y después de ocho años, se anunció que el gobierno mexicano  compensará económicamente a Luis Fredy. También compensará económicamente a 47 víctimas indirectas de nacionalidad ecuatoriana.

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