• Estamos en la primera fase y aún falta mucha investigación, aclaró Sergio Rodríguez, de la Facultad de Química unidad Sisal y líder del proyecto

 

Camuflajeado entre las algas o las rocas del suelo marino, el pulpo rojo reconoce los ojos y las patas nadadoras (pereiópodos) de la jaiba azul. Con un hábil movimiento la atrapa e inyecta su saliva, que la paraliza en segundos; entonces, el octópodo la sujeta firmemente durante 20 minutos, en espera de que las proteasas (enzimas que fragmentan las proteínas) desintegren el interior de su presa favorita para deglutirla.

Tras cuatros años de estudiar los componentes de la saliva del Octupus maya, Sergio Rodríguez, investigador de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM unidad Sisal, en Yucatán, y líder del proyecto, señaló: “por el momento hemos logrado separar algunos componentes que la constituyen, y aunque creemos que este producto natural podría contener agentes contra la enfermedad de Alzheimer, estamos en la primera fase”.

La placa -amiloide (polipéptido) está relacionada con ese padecimiento. Al analizar la saliva, los universitarios distinguieron polipéptidos de taquicinina, que presentan una secuencia de aminoácidos parecida a la proteína -amiloide, por lo que suponen que podría contribuir a entender el mecanismo de esa afección; “no obstante, falta mucha investigación”, reiteró.

También identificaron que este coctel de polipéptidos, proteínas, aminoácidos libres, enzimas, iones y carbohidratos presenta dos fases esenciales durante el proceso de alimentación del pulpo: una fracción metabólica y una neurotóxica.

Los resultados en laboratorio revelaron que el efecto neurotóxico es generado por moléculas pequeñas, entre ellas la serotonina (neurotransmisor que inhiben el sistema nervioso central) y el ácido glutámico: “cuando inyectamos sólo esta parte del veneno notamos que las presas se paralizan durante dos horas, y después regresan a la normalidad”.

En el estudio también constataron que la saliva del pulpo rojo relaja el músculo liso del íleo aislado de rata, por lo que puede tener un uso potencial como miorrelajante.

Además, cuando probaron los compuestos metabólicos del veneno, que ayudan a la predigestión, notaron que las proteasas matan a la presa y en 20 minutos transforman la carne fibrosa en un gel fácil de ingerir. A partir de ello, subrayó Rodríguez, se consideró que estas enzimas podrían servir para fines industriales como ablandadores de carnes o en detergentes.

La unidad de Química en Sisal, remarcó, es en la única en estudiar las posibles aplicaciones de la saliva, además de realizar estudios relacionados con acuacultura y biotecnología de este cefalópodo.

Depredación y canibalismo

En la investigación –cuyos resultados fueron publicados en la revista PLOS ONE en meses pasados– se analizó, además del mecanismo de alimentación del pulpo con la jaiba azul, la función de la saliva en el canibalismo.

Se capturaron –con ayuda de los pescadores de la zona (Sisal)– 100 ejemplares adultos de 600 gramos. Se mantuvieron en estanques en condiciones adecuadas de salinidad, oxígeno, temperatura y pH; posteriormente se observó el comportamiento de los octópodos con las presas y con su misma especie.

Para obtener la saliva se extrajeron las glándulas salivales posteriores de 30 ejemplares, se estimularon eléctricamente mediante una batería de nueve voltios y se recuperó el extracto en el momento.

Los resultados revelan que “el veneno también tiene efecto sedante con sus congéneres y suponemos que el canibalismo es parte de su naturaleza: es un enemigo menos. La acuacultura de los pulpos es complicada, no pueden pasar mucho tiempo juntos porque se atacan entre ellos, aunque tengan alimento”, agregó el universitario.

Finalmente, comentó que trabajar con pulpos no es fácil, pues se debe seguir un protocolo. Además de los lineamientos académicos, el proyecto debe pasar por un comité de ética que otorga los permisos y realiza observaciones para evitar su maltrato, pues ellos sienten y hay que tratarlos de manera humanitaria.