Sin tanto rollo

Eduardo González Silva

La causa y origen de la caravana de migrantes de Honduras, El Salvador y Guatemala, proviene de Washington, ante el intento de al menos siete mil ciudadanos de América Central, de ingresar a Estados Unidos en calidad de refugiados, que huyen de la barbarie por la inseguridad, el hambre,  la falta de oportunidades y empleo.

En el Triángulo Norte de Centroamérica, hoy corren ríos de sangre, zona que se volvió (junto con México), desde el 2012 de las más peligrosas del mundo, equiparable a Somalia, Irak o Siria.

San Pedro Sula, Tegucigalpa, Comayagüela, y Choloma, en Honduras, así como las ciudades de San Salvador y de Guatemala, se disputan año con año el mérito de ser las más violenta del mundo.

En Centroamérica no hay ningún conflicto armado, pero si se registran las tasas más altas de homicidios. La presencia de las mafias son las que tienen el control sobre la población, desafían a los gobiernos y han logrado imponer su ilegítimo poder.

Es de destacar, como generalmente no se hace, que en ese círculo de violencia, ronda ni más ni menos que la existencia militar estadunidense, con el pretexto de combatir el tráfico de estupefacientes, se dan casos de múltiples problemas y atrocidades, de las que generalmente las víctimas son mujeres.

Washington, por décadas fomentó la desmedida militarización de la región, hoy en el Triángulo de la muerte, “la presencia de contingentes militares se traduce en masacres, violaciones masivas a los derechos humanos, apoyo a tiranos y la pérdida de soberanía para las naciones afectadas”, indicó recientemente un artículo publicado por el diario La Jornada.

Son permisibles los atropellos por las fuerzas militares, entrenadas y financiadas por el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia. Es conocido que el despliegue de tropas sólo empeora la seguridad de la región estratégica de Centroamérica, agregó el diario.

Recordó también, como muestra la historia, que la mayoría de las incursiones bélicas han terminado en ocupaciones o el surgimiento de regímenes títeres como en el caso de Nicaragua, Guatemala y Honduras.

De acuerdo a La Jornada, la Casa Blanca está comprometida a seguir su política colonialista, basada en el intervencionismo militar, y no en el respeto de los derechos humanos y la soberanía de los países afectados.

Destacan los abusos policiales en las propias calles de las ciudades centroamericanas, un sistema penitenciario está fuera de control, fenómeno reconocido por Guatemala y Honduras. Es permitido a los presos en las cárceles, portar armas y celulares, el hacinamiento y sobrepoblación, es cuestión de todos los días, en México de igual forma ocurre.

Al entrenar los Marines estadunidenses a los ejércitos locales, hoy Trump en Washington, azuza a sus gobernados a los que no les hace mucha falta, para que aprueben el mayor despliegue de tropas de la historia en la frontera con México (15,000 efectivos del ejército), para impedir el ingreso de centroamericanos, a lo que cínicamente llama “es una invasión”.

Las fuerzas armadas en América Central se fortalecen cada año. El número de militares se duplicó, y aunque no se vislumbre una guerra, a menos que haya un enfrentamiento auspiciado por Estados Unidos, nada justifica que el gasto militar aumente.

Lo que es un hecho, incluido México, que las pandillas locales protegen a las bandas del narcotráfico, Honduras funciona como punto de aterrizaje -el 79 por ciento-, de los vuelos que transportan droga desde Sudamérica, aunque en ese país está de forma “temporal” desde 1982, una base militar estadunidense.

Se sospecha que los militares tuvieron participación en el golpe de Estado de 2009, que depuso al entonces presidente Manuel Zelaya.

En Centroamérica sus gobiernos no tienen poder de decisión, lo que da pie a la falta de soberanía y autonomía. Se sabe que en Costa Rica no hay ejército, sin embargo, su gasto en armamento también aumentó. Sí la caravana de migrantes tiene causa y origen en Washington.