Sin tanto rollo

Eduardo González Silva

El 18 de enero del presente año, fue necesario intubar al cardenal emérito Norberto Rivera Carrera, al agravar el nivel de saturación de su oxigenación de 40 por ciento, una vez que dio positivo a Covid-19.

Para el martes 26 de enero, su exvocero en la mitra Hugo Valdemar Romero, y uno de sus más cercanos colaboradores, dio a conocer en redes sociales, la mejoría de uno de los príncipes de la Iglesia Católica, quien aún permanecía en terapia intensiva, en un hospital privado de la capital del país.

La noticia sobre el contagio del purpurado no sólo alertó a la feligresía para orar por la salud de Rivera Carrera, sino que al mismo tiempo trascendió que el cardenal emérito no tenía los recursos económicos para hacer frente a los gastos para su atención médica.

Extraña situación para quien durante 22 años fue el arzobispo primado de México, habituado a una vida sumamente holgada y cómoda, cuya casa ubicada en una zona residencial de la capital del país, que un par de años atrás, estuvo involucrado en un hecho sangriento en el que murió uno de los custodios de su morada, ante un intento de secuestro o de asalto, del caso jamás se ha hecho público el motivo de lo ocurrido.

Trascendió que el cardenal Carlos Aguiar Retes, titular ahora en la arquidiócesis primada de México, no respondió al llamado para solventar los gastos médicos de su antecesor. Con ello, salió a la luz el conflicto de intereses entre ambos prelados, la discordia que han sostenido años atrás por la administración ni más ni menos que de las limosnas.

Que tanto será el diezmo que llega al Santuario Mariano de la Basílica de Guadalupe. Cuando Rivera Carrera, fue ordenado por San Juan Pablo II, de inmediato hizo desaparecer la figura del abad para el recinto Guadalupano, que en ese entonces ocupaba monseñor Guillermo Schulemburg Prado, exquisito personaje amante del golf, junto con al también inefable obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda Silva.

Y cuando fue ungido cardenal Carlos Aguiar, identificado dentro de la jerarquía católica, como casi todos los integrantes de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), del ala más radical de la corriente conservadora, quitó de inmediato a Norberto Rivera de la administración de la Basílica de Guadalupe.

Fue en ese entonces que salió a luz, que Rivera Carrera, había entregado a empresarios extranjeros los derechos para la explotación comercial de la imagen Guadalupana.

Salvo el periodo actual de pandemia, Aguiar Retes, cambió la sede para celebrar la homilía dominical, no en la catedral metropolitana, sino en la Villa de Guadalupe.

Señala la Biblia en 2 de Timoteo, que “vendrán tiempos difíciles de manejar, con hombres amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos…, sin autodominio…, traicioneros…, hinchados de orgullo…, amadores de placeres…” , algún parecido de estos santos varones de la jerarquía católica o es simple coincidencia.

A los integrantes de la CEM, todavía se acomodan a la perfección las palabras que les dirigió el papa Francisco cuando vino a México: sean por lo tanto obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso…, no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa, no pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales.

“Los exhorto a conservar la comunión y la unidad entre ustedes. Esto es esencial hermanos, esto no está en el texto pero me sale ahora: si tienen que pelearse, peléense, si tienen que decirse cosas, se las digan, pero como hombres, en la cara y como hombres de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir juntos y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón…”.