¡Viva Villa!, deuda pendiente de la justicia mexicana
Aperitivo nacional
Eduardo González Silva
Ciudad de México, 20 de julio.- Hace 100 años en un día como hoy, se consumó la conjura perpetrada para acribillar al general de la División del Norte, Francisco Villa (Doroteo Arango), con ello su nombre integra la interminable lista de crímenes políticos sin resolver con el característico sello de la casa en este país: la impunidad.
La historia se encargó de ocupar el lamentable vacío que la justicia jamás ni por intento ha pretendido ocupar y menos actuar. Un Poder Judicial, que acumula miles de agravios sin resolver, de personas que han muerto por nobles ideales -pese a que en algunos casos, optaron por tomar las armas-, para alcanzar la igualdad social, el fin de la esclavitud, considerar a los indígenas como sujetos de derecho, pero sobre todo el abuso del poder político y económico.
Al general Villa lo mató en ese entonces el naciente sistema político mexicano, los generales Obregón y Calles los responsables intelectuales, los materiales, sólo tres llegaron a pisar chirona, el más nombrado un tal Barraza, que meses después de cometido el crimen salió libre.
Es necesario en este día reflexionar sobre la figura del general Francisco Villa, no del bandolero, el asesino o del justiciero, que a diferencia del general Emiliano Zapata, el viejo régimen se encargó de borrar de la memoria colectiva.
No hay escuelas, hospitales, grandes avenidas, calles, universidades, centros de cultura, bibliotecas, que lleven su nombre, claro que no, puesto que a Villa, cuando el viejo régimen lo recuerda es para mencionar su incursión punitiva a Columbus, como parte del anecdotario de tan célebre personaje.
El general Villa ya retirado de las armas, representaba un peligro para los generales vencedores de la revuelta armada. Enarboló la revolución social, como gobernador de Chihuahua abrió escuelas, el salario de los hombres por su trabajo, se lo daba a las esposas, imprimió su propia moneda de curso legal, fomentó la ganadería y la agricultura, entre otras acciones más.
Villa representa al México bronco, Villa el guerrillero, dispuesto a volver a levantar en armas, cuando se sospechó que apoyaría a Adolfo de la Huerta, para que éste ocupara por segunda ocasión la Silla del Águila.
Villa el del temple con pistola a la derecha y con la izquierda la rienda de su Prieto Azabache, para dar órdenes de ataque a sus tropas, que salía al frente de sus hombres, que perfeccionó la carga de caballería, apoyada su retaguardia con la artillería de otro gran general (este egresado del Colegio Militar), Felipe Ángeles.
Villa el de la Convención de Aguascalientes, a la que convocó para dar lustre a un régimen profundamente democrático que se intentaba establecer en el país.
Villa traicionado no solo por sus generales sino por todos aquellos actores involucrados en la refriega armada. Si Villa un peligro para la clase dominante, que ordenó pagar a los maestros lo mismo que ganaban los generales de la gloriosa División del Norte.
Villa el personaje central de títulos de la literatura mexicana: La Sombra del Caudillo; Vámonos con Pancho Villa; Se llevaron el cañón para Machimba; con dos biografías escritas (Friedrich Katz y Paco Ignacio Taibo II), el que firmó exclusividad con Hollywood, inspiración para actores del cine nacional, las columnas comandadas por Mao-Tse tung en la revolución China, llevaron el nombre: “Brigada General Pancho Villa”.
A poco más de mediados del siglo pasado, el viejo régimen procuró reivindicar su memoria. En la Ciudad de México, el presidente Adolfo López Mateos, colocó en el Parque de los Venados, una estatua a su memoria la única que hay en la capital del país.
El caso de Villa y de muchos mexicanos más quedó en la impunidad, que responde a la misma debilidad del estado, y en momentos en que se tambalea la estabilidad social, se propicia la violencia e inseguridad pública, la inacción del estado de derecho se justifica desde el poder con actos autoritarios y de represión.
Allá en Parral, mataron al general de la División del Norte, quien a 100 años de su muerte traerlo a la memoria colectiva todavía es un peligro para el viejo sistema político mexicano que aún padecemos.
!Viva Villa…!