Por: Mario Alberto Medina

“Más que Samuel, es Mariana quien parece tener el poder de convocatoria real. Es de ella de quien la gente quiere fotos y es en su cuenta de Instagram en la que quieren aparecer, sobre todo dueños y propietarias de negocios, pues una mención suya promete una buena exposición. No es de extrañar que haya fiestas de cumpleaños temáticas de Mariana o gente comprando los tenis `fosfo-fosfo` que popularizó. Incluso las contendientes a diferentes puestos políticos en Nuevo León por Movimiento Ciudadano se reunieron con ella”.

El anterior texto del 10 de diciembre del 2020 publicado en la versión electrónica del The Whashington Post, se refiere a Mariana Rodríguez la esposa del gobernador de Samuel García, cuyo autor, Fernando Bustos Gorozpe, académico en la Universidad Anáhuac Norte y Sur y de la Universidad de la Comunicación en México, escribió sobre el “fenómeno” que ha significado la influencer quien tiene más de 2.2 millones de seguidores en Instagram, y es considerada una de las que más ganancias tiene en el país a través de sus redes sociales.

Bustos Gorozpe, destacó en ese entonces, que había aparecido Twitter, en la cuenta “Out Of Context Candidatos”, donde se recopilaban los “momentos más penosos de las campañas en México ante las elecciones del 6 de junio”. Explicaba que en esos “momentos penosos” aparecían políticos en campaña en anuncios, bailes como estrategia política digital “con potencial para convertirse en memes viralizables solo a razón de su ridiculez”.

Pero a pesar del “fenómeno” que se ha significado Mariana, la pareja gobernadora de Nuevo León ha tenido momentos más que penosos, más bien de vergüenza, sin escrúpulos, como cuando en días pasados, Mariana subió a sus redes una foto de ambos cargando a un bebé de cinco meses con discapacidad. El hecho, desde luego, fue calificado de “oportunismo político”.

Mariana escribió en su Twitter: “Gracias, Samuel, por seguirme mis locuras”, y sí que fue una locura, porque nadie les puede creer que ambos están felices por haberse quedado con el bebé un fin de semana. Más bien, pareciera que tuvieron en casa a un muñeco, a un juguete, pero no para aliviar su “amor”, sino para satisfacer los intereses políticos de quienes buscan venderse frente a la sociedad como dos seres sensibles, tiernos, humanos.

No por algo la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Nuevo León ha exhortado a proteger la identidad de menores de edad y garantizar el derecho a la intimidad y a la protección de sus datos personales, lo mismo que la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), que pidió investigar a la pareja gobernadora.

Es claro que con este evento la pareja busca mostrarse frente a la sociedad, y no sólo la neolonesa, como la “Pareja Lady Di”. Crear una narrativa, la historia de una Princesa y un Príncipe bondadosos; ella como Princesa que sacudió a la realeza inglesa, rebelde frente al trono inglés. Mariana está muy lejos de ello, pero al menos busca proyectarse como una mujer preocupada por las niñas y niños de México.

Su acto presuntamente “amoroso” tiene un propósito: ir sembrando simpatías, como dos personajes cercanos a la gente, que se identifican con todos y para ello tienen las redes sociales donde, no se puede desconocer, cuentan con miles y miles de simpatizantes. Me atrevo a decir, poco politizados, seguidores de las “revistas del corazón”, y que lloran con “La Rosa de Guadalupe”, y sí, también, porque se identifican socialmente, de la misma alcurnia.

Cuando Mariana dice que lloró cuando estuvo frente el bebé (Emilio), y que tuvo una “conexión increíble” con el menor, generó una avalancha de críticas, pero también es cierto, otros muchos les han aplaudido, se han emocionado por su “sensibilidad humana”, creyéndoles su cuento de hadas.

Cuando el joven gobernador Samuel García contó en El Diario de Yucatán el 10 diciembre de 2020 un momento de su infancia; trató de impactar, pero el ejemplo que buscó no fue el mejor. Aseguró que su papá había sido “bien duro” con él porque le decía: “Si quieres que te pague la semana te tienes que ir conmigo al golf el sábado y terminando los 18 hoyos te pago la semana”, buscó crear empatía al mostrarse que como niño trabajó desde muy pequeño, que sabe lo que significa el trabajo, que sabe ganarse su semana con el sudor de su frente.

Sin embargo, dejó ver, como ha señalado Bustos Gorozpe, un “momento penoso”, o digamos una estrategia equivocada, porque, qué niño de clase baja, de la clase media-baja, llegado de la “cultura del esfuerzo” tuvo, tiene un padre al que le carga los palos de golf. El niño Samuel estaba muy lejos de los niños limpian parabrisas, de los payasitos de crucero que comen tacos de tortilla con sal o comparten una lata de sardina y galletas saladas con sus hermanos y padres.

Dicen en Nuevo León que, entre sus amigos, Samuel García ha dicho, ufano, desde hace mucho tiempo, que un día él va a ser Presidente de México, sino en el 2024, sí en el 2030, y que sus padrinos serán los que lo apoyaron financieramente a ganar la gubernatura. Por ejemplo, el Grupo de los Diez.

Entre estos están personajes neoloneses como “Armando Garza Sada, de Grupo Alfa; Rogelio Zambrano, de Cemex; Tomás González Sada, de Cydsa; Sergio Gutiérrez Muguerza, de Deacero; José Antonio Fernández Carbajal (El Diablo), de FEMSA; Eduardo Garza, de Frisa; Enrique Zambrano Benítez, de Proeza; Adrián Sada González, de Vitro; Eugenio Garza Herrera, de Xignus, y Julián Eguren, de Ternium”.

El columnista Raymundo Riva Palacio señaló el año pasado, a propósito de la campaña electoral de Nuevo León, que la de Samuel García “no es una campaña, sino un reality-show, diseñado por Pedro Torres, un productor de televisión prolífico y exitoso, que produjo Big Brother”.

Estamos pues, frente a un “producto” de la mercadotecnia de las redes sociales que desde ahora están construyendo un personaje, como cuando nos vendieron al candidato Enrique Peña Nieto, “a partir de situaciones espontáneas, ocurrencias y dramas, mediante las cuales, al establecer una identificación y paralelismo con la audiencia, genera lealtades y adicciones”, ha puntualizado el columnista.

En fin. Quién en verdad puede creerles a Marina y a Samuel el cuento de su amor por un pequeño, que, si los tuvieran por adopción, se lo encargarían a la servidumbre y cada vez que su community manager les escribiera nuevo un guion, lo volverían a sacar a escena, luego se lo devolverían a su nana.

Mariana derramará lágrimas, suspirará y el joven gobernador con su guitarrita saldrá a cuadro cantando: “La-ra-la-la-la-lá, movimiento…”.

No sé, pero me acordé de aquella pareja, la de Los Pinos, la de las toallas millonarias; del señor de las botas, del que escribe con las patas; del gerente de la Coca-Cola; peón del Grupo de los diez, que operó su propia historia de amor. Su actuación, claro, no fue inocente.

Fernando Bustos Gorozpe ha dicho en The Whashington Post que la actuación de Mariana y Samuel, la Pareja gobernadora de Nuevo León, “no es una locura ni es ingenuidad, es un patrón político que se repite, pura estrategia”.

Que no le cuenten…